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Lenguaje y publicidad

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Lenguaje y publicidad

La publicidad representa una forma específica de comunicación. Busca establecer un contacto entre productores y consumidores. Como otras formas de comunicación, tiene una larga historia a sus espaldas. Políticos o tabernas ya se anunciaban en la Antigüedad. La lengua de la publicidad se vale de particulares elementos de la retórica. Puesto que tiene un fin concreto, se trata de una comunicación planificada. Tiene que recabar nuestra atención, tiene que despertar nuestro interés. Sobre todo, debe incitar en nosotros el deseo de comprar el producto. En consecuencia, el lenguaje de la publicidad es casi siempre muy simple. Utiliza pocas palabras y eslóganes sencillos. Pues nuestro cerebro debe poder retener sin problemas el contenido. Es común el uso de cierto tipo de palabras como adjetivos y superlativos. Palabras que describen el objeto en cuestión como especialmente beneficioso. Por eso la lengua publicitaria es de ordinario muy positiva. Es interesante hacer notar que el lenguaje publicitario está influido siempre por la cultura. Esto significa que la lengua de la publicidad nos cuenta muchas cosas acerca de una sociedad. En muchos países predominan hoy conceptos como belleza o juventud. También términos como ‘futuro’ o ‘seguridad’ aparecen reiteradamente. En las sociedades occidentales es muy habitual emplear el inglés como lengua publicitaria. El inglés se considera moderno e internacional. Por esa razón, se lo juzga un idioma apropiado para productos tecnológicos. Cuando se trata de transmitir goce o pasión se recurre también a palabras de las lenguas romances. Se usan de forma destacada con productos de alimentación y cosméticos. Quien utiliza términos dialectales busca enfatizar valores como la patria natal y la tradición. Los nombres de los productos son a menudo neologismos, esto es, palabras de nueva acuñación. La mayoría no tienen ningún significado, solo un sonido agradable. Aunque algunos nombres de productos pueden llegar a hacer carrera. El nombre de una aspiradora incluso ha dado lugar a un verbo propio - ¡to hoover!